La convivencia es un reto incluso para los adultos. No es muy realista asumir que tus hijos deben llevarse bien desde pequeños, compartir y jugar por largos ratos sin molestarte. Tampoco esperar que sepan gestionar sus enojos y frustraciones. Pero hoy puedes empezar a enséñales.
Imprime unas NORMAS DE CONVIVENCIA PACÍFICA:
- Hablo a mis hermanos en todo momento con respeto y buenos modales.
- Resolvemos nuestras diferencias y buscamos soluciones a nuestros conflictos de mutuo acuerdo. (Si la discusión empieza a escalar, mis padres intervendrán).
- Digo NO y expreso mis desacuerdos con buenos modales.
- Acepto cuando me dicen NO o me expresan desacuerdo. (Es aceptable estar triste, enfadarse y frustrarse, pero en ningún caso es aceptable insultar, pegar o agredir a un hermano).
Explica las normas con detalle a tus hijos. Dedica el tiempo necesario a profundizar y practicar cada una de ellas. Usa tu creatividad para hablar de ellas, y no olvides nunca ser un buen ejemplo.
Actúa en el momento en que rompan alguna de estas normas:
- Sepáralos antes de que el conflicto escale por un tiempo que creas oportuno. Actúa con calma y paciencia dando siempre buen ejemplo: usando buenos modales y demostrando comprensión y respeto hacia los niños.
- Evita preguntarles qué pasó.
- Evita tomar partido. Si no tienes claro lo que pasó es mejor no dar veredictos. Puedes equivocarte. Si fuiste testigo de lo que pasó, o si ves que es grave, no preguntes y actúa en consecuencia. Tu objetivo no es buscar culpables, sino demostrar que no los vas a dejar estar juntos cuando la convivencia no es pacífica.
- Invítalos a alcanzar acuerdos cuando el caso lo permita. Ayúdales guiando su razonamiento.
Si tus hijos son muy pequeños, protégelos y ofrece tú una solución.
Cada conflicto es una oportunidad para que tus hijos entiendan que no siempre las cosas van a ser como a ellos les gusta y que a veces toca adaptarse a los demás. Cada conflicto te ofrece una oportunidad para enseñarles a relacionarse de forma educada y a poner sus propios límites sin neesidad de pegar, gritar o enfadarse.