El consultor de admisiones William Singer es el protagonista de lo que el Departamento de Justicia de Estados Unidos ha denominado el mayor escándalo en la historia de las admisiones universitarias. William Singer se dio cuenta de hasta dónde eran capaces de llegar algunos padres para “ayudar” a sus hijos a ingresar en universidades de prestigio y decidió hacer un buen negocio de ello.
He leído muchas reacciones diferentes a esta noticia y la mayoría hablan de los padres involucrados y del sistema. Como madre de un hijo que está en su segundo año de universidad y de una hija que se graduó hace unos meses, he tenido la oportunidad de experimentar de primera mano lo competitivo y estresante que es el actual proceso de admisiones. Personalmente me compadezco de los jóvenes involucrados. Aparentemente sus padres les habían dado de todo… pero llegado el momento de afrontar el proceso de admisiones, se tomaron el tema muy personal y no dudaron en resolverlo “a su manera”. Hay un mensaje poco halagador detrás de todo esto “No creo mucho en tu potencial académico, así que mejor me encargo yo de este tema”. Es probable que los padres no escucharan lo que los chicos querían estudiar y aparentemente no les informaron de sus métodos.
Tal vez estos hijos no hayan tenido aún la oportunidad de demostrar a sus padres quién son y de qué son capaces. Esta manera de actuar en lo que concierne a los hijos no se manifiesta de repente a la hora de entrar en la universidad, sino que se da poco a poco desde que los niños son pequeños. El dilema entre hacer por nuestros niños o dejarlos hacer por ellos mismos se nos plantea a todos los padres constantemente. Es natural nuestra tendencia a hacerles la vida lo más fácil posible, a eliminar obstáculos de su camino y a evitarles disgustos o frustraciones. Pero a pesar de nuestros temores y preocupaciones de padres los niños merecen tener la oportunidad de aprender y tratar de hacer por ellos mismos todo lo que sus habilidades les permitan, aunque la falta de destreza requiera al principio un poco más de tiempo y esfuerzo. Ayudar a nuestros hijos a ser independientes empieza por permitirles que agarren solitos su sonajero, su peluche, su cuchara. En poco tiempo vemos que son capaces de organizar sus juguetes, su ropa, todo lo necesario para ir diariamente al colegio. En un abrir y cerrar de ojos nos están pidiendo las llaves de nuestro coche.
Dada la oportunidad, nuestros hijos son capaces de hacer más cosas por sí mismo de lo que pensamos. Al confiar en su capacidad de aprender y de ganar autonomía, les estamos enviando un mensaje muy poderoso: “no me necesitas a mí porque tú eres capaz de hacerlo solo”. Es así como aprenden a tener confianza en sí mismo. Con nuestro apoyo incondicional y su determinación podrán ir afrontando todos los retos que la vida les ponga por delante. El proceso de admisión a las universidades es sólo un reto de muchos. Lo peor de este escándalo es que a los jóvenes involucrados les han fallado. Les han fallado los imparables padres apisonadora que en su afán de allanarles el paso para entrar en una universidad determinada, hacían trampas e incluso se saltaban las leyes, pero se olvidaban de lo más importante: permitir que sus hijos vayan descubriendo cuál es su propio camino.
Claire Cain Miller and Jonah Engel Bromwich escribieron un artículo acerca de “the unstoppable snowplow parents” en la edición del 17 de marzo del New York Times, en el cual dicen: “negar a los hijos la lección de lidiar con obstáculos les pasará factura cuando sean adultos. El punto es prepararlos para el camino, no viceversa”. Yo lo he traducido como los imparables padres apisonadora, porque van alisando el terreno a los hijos para evitarles cualquier sobresalto. Claro que no muchos padres llegan tan lejos como los de este escándalo, pero aún así es un tema que en mayor o menor medida nos afecta a todos los padres y que merece un poco de reflexión.
Te sugiero que lo leas. PEPA